Reportaje aparecido en El Mundo. Por Teresa López.

Productores de patata temen que una invasión de producto desde Egipto inunde el mercado: «La presión de Marruecos nos va a parecer poca»

Las importaciones del país árabe se han multiplicado por seis en 2023 en España.

La cosechadora carga sacos de patatas en una plantación de Camas (Sevilla).GOGO LOBATO

La cosechadora carga sacos de patatas en una plantación de Camas (Sevilla).
GOGO LOBATO

En la finca Gambogaz, en el municipio de Camas (Sevilla), a orillas del río Guadalquivir, la jornada empieza pasadas las 7 de la mañana. Tres grandes máquinas cosechadoras, con un conductor y siete jornaleros a bordo cada una surcarán durante todo el día las 120 hectáreas del terreno plantadas de patatas. El suelo franco limoso retiene con facilidad la humedad y los nutrientes y convierte a esta en una explotación muy productiva, de la que se pueden llegar a extraer hasta 40 toneladas de patata por hectárea. Este año la cosecha presenta máxima calidad y buen calibre.

No obstante, las lluvias de la Semana Santa facilitaron la aparición de plagas en un cultivo que se conforma con poca agua (entre 3.000 y 4.000 metros cúbicos por hectárea). Y eso ha mermado hasta un 30% la producción. Los agricultores se quejan de que tienen muy limitado el uso y la variedad de productos fitosanitarios para combatir el mildiu o el gusano del alambre. Las plagas son una amenaza pero, desde 2023, lo es también, apuntan, la llegada masiva de patata procedente de Egipto, que apunta con inundar en los próximos años el mercado.

Las cifras corroboran ese temor: en 2023, el volumen de patata procedente del país árabe se multiplicó por dos en Europa (403.919 toneladas) y por seis en España (49.486 toneladas). Desde 2019 se estaba produciendo un crecimiento sostenido de las importaciones (2.453 toneladas en 2019; 5.211 en 2020; 8.086 en 2021; y 7.949 en 2022), pero el salto cualitativo experimentado en el último año se ve con alarma desde el sector.

Son varias las circunstancias que se han dado para explicar el fenómeno. Por un lado, la inseguridad en torno a las rutas que atraviesan el

Marco Román, productor y presidente de Asociafruit.GOGO LOBATO

Marco Román, productor y presidente de Asociafruit.
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Mar Rojo han provocado que Egipto reconduzca sus exportaciones desde Asia hacia Europa. Y, además, la UE ha hecho una fuerte apuesta por revitalizar la economía egipcia a cambio de que el país africano aumente su colaboración en el control de los flujos migratorios. Las inversiones van especialmente dirigidas a la producción de energía y a la agricultura. Por otro lado, la mala situación de la economía egipcia llevó a su gobierno a una devaluación de la moneda nacional, que ha hundido los salarios. «Están vendiendo patata en Europa a precios que se sitúan por debajo de nuestros costes de producción y así no hay manera de competir. La presión de Marruecos nos va a parecer menor frente a lo que se nos viene encima con Egipto», insiste Marco Román, propietario de Contagri y presidente de Asociafruit, que representa al 80% de los cultivadores de patatas de Andalucía. «Cuando nos demos cuenta, habremos creado un problema para los productores europeos», afirma Marco Román, al pie del tajo en Gambogaz, donde se encuentra una de sus principales explotaciones.

Uno de los riesgos asociados a ese incremento de las importaciones es el relacionado con la llegada de nuevas plagas, más frecuentes cuanto menos control haya en las aduanas. «Es imposible que se estén inspeccionando todos los contenedores que entran por los puertos», afirma escéptico Román. Además, los elevados estándares europeos impiden el uso de muchos productos fitosanitarios eficaces para combatir adecuadamente las plagas y eso los deja «indefensos» si aparecen nuevos riesgos de la mano de la mercancía que llega de fuera de las fronteras de la UE, con normativas más laxas.

Con todo, la temporada está resultando muy positiva por la alta demanda que hay en el mercado nacional y europeo. El centro de Europa está falto de patatas porque sus cosechas han sido en buena medida arrasadas por las lluvias torrenciales de los últimos meses. Y está importando mucha patata de Egipto y también de Israel, que pone en el mercado un producto de buena calidad.

Hace unos años la principal competencia para los productores españoles llegaba de la patata de conservación que venía de Francia. Pero el consumidor es hoy más exigente y demanda a las cadenas de distribución una patata de mayor calidad, que no haya perdido sus cualidades en los procesos de conservación en cámaras a bajas temperaturas. Las campañas de promoción de la patata nueva han dado sus frutos. Hoy, el consumidor medio sabe que esos sistemas de conservación alteran las propiedades nutricionales del tubérculo, generan unos azúcares que se queman con rapidez a altas temperaturas e impiden que el producto se cocine con un resultado satisfactorio: es la razón de que, en ocasiones, la patata frita nos quede renegrida, blandengue y cruda. La patata procedente de Egipto es también patata nueva, aunque las técnicas de cultivo, de selección y de recolección son menos sofisticadas en el país del norte de África y, por tanto, no es equiparable al producto español en calidad. Pero su rápida introducción en los mercados europeos genera mucha incertidumbre.

Isabel, Alba y Samuel regresan a la cosechadora después de su descanso.GOGO LOBATO

Isabel, Alba y Samuel regresan a la cosechadora después de su descanso.
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Los productores tampoco entienden que se mantengan las restricciones a la entrada de patata en Canarias desde la península, una medida que se tomó para evitar la expansión en las islas del escarabajo de la patata, amenaza que desde Asociafruit consideran gestionable por las medidas que se toman en origen. De hecho, Canarias sí recibe todos los años patata del Reino Unido. En 2024 han entrado ya 8.280 toneladas, habiendo superado en 2023 las 40.000 toneladas. Según los datos ofrecidos por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, la superficie de cultivo de patata proyectada para 2024 en España era de aproximadamente 62.000 hectáreas. Pero, desde la principal asociación de productores se rebajan esas expectativas y calculan una superficie de unas 42.000 hectáreas finalmente cultivadas. La tendencia en los últimos años en el conjunto de Europa es a la baja, ya que se habrían reducido aproximadamente en 200.000 el total de las hectáreas de cultivo desde 2015.

En los campos de Gambogaz, Isabel, Alba y Moisés hacen un descanso a media mañana antes de volver a subir a la cosechadora. Vienen desde los pueblos vecinos de Almensilla y Puebla del Río y llevan años trabajando en la recogida de la patata en esta misma finca subidos a la máquina. No toda la recolección se hace desde las cosechadoras. En estos terrenos, casi la mitad de la producción se sigue recogiendo a mano, lo que requiere cuadrillas mucho más numerosas que limpian de fruto el terreno después del paso de las máquinas que lo arrancan de la tierra. En las explotaciones de Contagri trabajan durante la temporada entre 200 y 250 personas. Juanma y Borja ayudan a la hora de cargar en los camiones enormes las sacas de hasta 1.200 kilos que jalonan la plantación. El calor hace más fatigosa la labor en las horas centrales del día. Con suerte, a mediados de junio la recogida estará prácticamente concluida.